jueves, 9 de junio de 2016

Srebrenica


Srebrenica


La mujer permanecía sentada ante la sede del Tribunal de La Haya. Nunca le había gustado Holanda. No podía olvidar cómo mientras los blindados del VRS habían ocupado la ciudad de Srebrenica, los soldados holandeses no hacían nada.


La pequeña Amina y su hermano Tarik habían huido con sus pocas pertenencias al cuartel de la ONU en Potočari, creyendo que allí estarían a salvo. De poco o nada sirvió...los holandeses les dejaron vendidos por segunda vez. Toda Europa miraba para otro lado en aquella sucia contienda.¿Avergonzada? ¿Interesada?


Tarik, junto con muchos hombres, fue separado de su hermana por el ejército serbio. Las mujeres y los niños serían desplazados en otros autobuses a la zona de control bosnio. Así habían prometido los genocidas.


Desde 1995 hasta el año 2007, Amina nunca supo el paradero de Tarik. Intuía que estaba en una fosa común, pero desconocía que murió agarrado a una fotografía en la que posaban ellos dos con sus padres.


La mujer lloraba donde se había juzgado a algunos de los asesinos. Tal vez los responsables directos de la atrocidad, las manos ejecutoras, pues desde el primer soldado de la ONU hasta el presidente de cualquier país eran culpables de lo sucedido en toda Yugoslavia.

Amina lloraba de rabia, lloraba de impotencia, lloraba porque Tarik no sería el último muerto ante una Europa que miraba para otro lado cuando le interesaba. Lloraba porque en 2016, Siria estaba tan condenada como lo había estado lo que un día fue Yugoslavia.

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